Ya lo expresé hace algún tiempo en aquel trabajo que titulamos Apagón. No creo en las versiones oficiales relacionadas con lo que está ocurriendo en el sistema eléctrico nacional, y es que aquí se acostumbra a publicar lo conveniente, que no siempre coincide con la realidad. También porque alguien dijo que “en política no hay casualidades” y en este país todo es político. Los enemigos de Cuba (los de dentro y los de afuera), los que se alimentan del odio hacia los que nacieron en su misma tierra han encontrado una especie de fast track para intentar acelerar una caída que nunca ocurrirá pero que ellos creen posible.

Cualquiera con dos dedos de frente se da cuenta que no puede ser casual que ocurran incendios en las dos únicas termoeléctricas del país que tienen menos de treinta y cinco años y que partir del mes de mayo el nivel de roturas y fallas de diverso tipo se ha incrementado en más de un doscientos por ciento. Un verdadero record implantó una de nuestras plantas más queridas y necesarias, la Antonio Guiteras, que entró un día al sistema y tuvo que salir al siguiente.

Ya en uno de esos “cónclaves del convencimiento” que organiza el sistema informativo de la televisión, a uno de los especialistas le escuché decir que en Mariel el incendio había comenzado a partir de una válvula que se había quedado abierta y en Felton se mencionaron, como de pasada, problemas de lubricación. No soy un especialista, pero escucho y valoro con toda atención. Por otra parte, hay que quitarse el sombrero y hacer la más profunda reverencia de corazón ante la labor que realizan esas personas que reparan las fallas. Gente simple, de pueblo, rostros cansados, pero con una convicción increíble.

Los cubanos acabamos de vivir horas amargas. En la intocable Habana hubo zonas apagadas más de cincuenta horas. Aquí en Santiago de Cuba fueron cuarenta y cuatro consecutivas con toda la zaga que eso implica por dos jornadas nocturnas casi sin dormir debido a las altas temperaturas o durmiendo mal con la preocupación de que los ladrones aprovechen la oscuridad total para sus fechorías, no es ficción, en la primera de esas noches la reja de la entrada a mi casa fue violentada y quienes entraron se llevaron todo lo que encontraron. No se fabrica pan porque nadie nunca se puso a chequear si funcionaban o no los grupos electrógenos que pusieron en las panaderías cuando la llamada “Revolución energética”, hay afectaciones en el transporte porque las bombas de combustible no funcionan, tampoco los bancos o los cajeros electrónicos. Pero, increíble, en un país donde se ha hablado hasta el delirio de una nueva ley de comunicación, no hubo información alguna de lo que ocurría. A ningún dirigente de la Ciudad Héroe se le ocurrió, por ejemplo, montarse en un carro con altavoces y brindar una mínima información al pueblo. Un verdadero CAOS.

Pero como si fuera poco, el día que comenzaba a vislumbrarse una solución, uno de esos personajes repetidores que aparecen en pantalla dice que, según un conocido especialista, este problema de colapso total del sistema había ocurrido en Cuba solo en dos oportunidades, que cuando el ciclón Irma fueron sesenta horas y que en este caso solo cuarenta y ocho. ¡Qué gran logro! Hay que ver si quienes tuvieron que cocinar sus únicos pedazos de pollo para que no se le echaran a perder, que los tenían para alimentar a sus hijos pequeños, algún enfermo o sencillamente para tener algo para comer, piensan igual.

Una vez más aparece una explicación muy futurista acerca de un problema en el sector. Fíjense si es así que en determinado momento se habla de que había mayor generación que consumo. Parafraseando al Hamlet, algo podrido anda oculto en las redes eléctricas cubanas. Cuando menos hay irresponsabilidad, falta de prevención y cuidados. Por mucho menos que eso el ministro de energía debía ser sustituido o sencillamente presentar su renuncia. Pero que en Cuba los ministros no acostumbran a renunciar solo Abelardo Colomé Ibarra lo hizo en su momento.

Si hace algún tiempo, a principios de año nos dormían con la historia de que se trabajaba “intensamente” (hay que ver, según los noticieros, la cantidad de personas que trabajan intensamente en el país) para que los apagones fueran mínimos en el período veraniego, ahora, luego de todas estas catástrofes, se habla de que para finales de año habrá una mejoría ostensible en la generación eléctrica y que los apagones se reducirán al mínimo.

Esperemos con todos los dedos cruzados para que se nos de una posibilidad, un respiro que merecen nuestros cuerpos. Ojalá se demuestre que los que hemos comenzado a desconfiar de tantas promesas fallidas estamos equivocados y haya no un discurso, una justificación sino un verdadero happy end como prueba irrefutable que directivos y especialistas de la UNE y todos los que deben apoyar ese proceso no tienen las neuronas tan apagadas como nuestros circuitos eléctricos.